Parece ser que le amas desde antes de conocerlo. Según el sexólogo John Money, ya desde niños vamos creando una especie de mapa mental con lo que nos gustaría encontrar en nuestra media naranja y lo que determinará que te enamores de la persona que encaje con dicha construcción.

En la mayor parte de los fenómenos psicológicos nuestras vivencias en el pasado son de vital importancia, y el caso del amor no iba a ser menos, puesto que este mapa lo iremos creando en función de nuestras relaciones más importantes, desde la infancia hasta la adultez. ¿Quizá por eso exista el mito de que las mujeres buscamos a un hombre que se parezca a nuestros padres, y los hombres que se parezcan a sus madres? ¡Si la relación con tu padre/madre ha sido afectivamente muy satisfactoria este podría ser el motivo!

Cuando llega el día en que la persona que encaja en tu mapa mental se cruza en tu camino vives una cascada eléctrica y química de lo más intensa, un cúmulo de descargas neuronales y hormonas. Gracias a (o por culpa de) esta cascada comienzas a sentir los famosos síntomas propios del enamoramiento.A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Pero parece ser que cuando nos enamoramos verdaderamente “hasta las trancas” es cuando en nuestro cerebro se produce la Feniletilamina (un compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas). Cuando nuestro cerebro está inundado de esta sustancia se produce una secreción de dopamina (neurotransmisor involucrado en los mecanismos de refuerzo del cerebro, por lo tanto, del hecho de desear algo y de repetir ese comportamiento que nos da placer), oxitocina (mensajero químico del deseo sexual) y norepinefrina (la causante de nuestra euforia emocional y de nuestros “arrebatos” de enamorados).

La crisis de los 3 años

Pero este cóctel explosivo es efímero, con el tiempo el organismo se habitúa a estos efectos, se estima que desvanece gradualmente y que a los 3 años de relación esta fase queda zanjada. Es entonces cuando llega el gran reto para una pareja, conseguir asumir que comienza otra etapa distinta (no por ello peor). A partir de entonces serán las endorfinas las que nos provocan la sensación de seguridad, comenzando una nueva etapa, la del apego, en la que valoramos más los aspectos como el compromiso y la seguridad. Muchas parejas no superan esta prueba, no son capaces de asimilar estos cambios y rompen con su relación.

Pero ¡cuidado! Estar en la fase de apego en la pareja no significa dejar de esforzarse. En la primera fase todo fluye, tu euforia te empuja a hacer planes con esa persona, a sorprenderla constantemente, etc. Pero en esta etapa también hay necesidad de pasión y romanticismo, sólo que no es tan urgente como en la primera. A pesar de que muchas parejas no la superan, una etapa de apego bien llevada puede ser incluso mejor que la primera.

¿Cómo sería una buena etapa de apego bien llevada?

Con una pareja en la que ambos miembros se sienten seguros y confían el uno del otro, en la que se dan espacios de autonomía y otros ratos para disfrutar en pareja, que no den por hecho que la otra persona ya sabe que lo quiere, que le muestre afecto todos los días, que tengas a tu lado a una persona en la que puedas conversar y te ayude a crecer personalmente.